Buenos hábitos financieros detrás del COVID-19

La pandemia del COVID-19 atacado a la población mundial, dejando a su paso consecuencias negativas no sólo del lado económico sino también del lado anímico. Cada mañana los noticieros informan el aumento de casos positivos y sus decesos, el cierre de negocios y la quiebra de gigantes empresas. En estos tiempos de contingencia predomina la incertidumbre: el miedo a enfermarse, a perder el trabajo, a generar deudas y a perder la vida. Y aunque cada sector de la sociedad vive el pánico de distinta manera, el virus no discrimina y aqueja a todos.

            Desde la perspectiva financiera, el aumento de precio atañe a todos por igual; ya sea en el costo de la canasta básica, la renta de alquileres y unidades habitacionales o el gasto de insumos de las micro, medianas y macro empresas. Si algo es claro, es que la economía no se detiene. Aun cuando el país y gran parte del mundo se encuentre en semáforo rojo, la economía no puede darse el lujo de detenerse, en otras palabras: la vida, las deudas y los gastos continúan con o sin vacuna de por medio. Determinado el contexto, es factible pensar en estrategias para disminuir la incertidumbre. Aquí algunos hábitos que el COVID-19 nos ha obligado a adoptar y otros que nos propone pensar a futuro.

Revisa tus finanzas personales.

Esta revisión puede no solo tomar tus gastos actuales, sino también contemplar tus gastos pasados. Revisar lecciones aprendidas en ocasiones o crisis anteriores ayuda a mejorar las finanzas actuales o al menos ayuda a no cometer los mismos errores. Además, si se siguen reglas simples para gestionar los gastos diarios y ahorrar para imprevistos permite tener una salud financiera, algunas reglas podrían ser: no comprar comida rápida o gasta sólo una vez al mes en comida callejera. Identificar gastos diarios e clasificarlos entre necesarios e insignificantes o de ocio permite reducir presupuestos y ayuda a disminuir la incertidumbre. Di no a las compras de pánico o a las ofertas. Seguir la corriente de gente que va a los supermercados en su idea apocalíptica del país en pleno COVID-19, causa desabasto en el mercado y nos hace restarle importancia a los gastos esenciales, como son los pagos de servicios.

Planifica un presupuesto.

Al contar con un bajo ingreso o un ingreso incompleto, resulta práctico realizar un listado de necesidades y deseos y partir de lo que requiere mayor atención. También es importante poner plazos definidos para satisfacer esas necesidades y deseos. Aunado al hábito anterior, una idea reconfortante podría ser la reducción de gastos pequeños, si bien es difícil reducir un gasto fuerte o eliminarlo de tajo, es más fácil ahorrar la cantidad de dinero de un gasto fuerte dividido en varios gastos pequeños, por ejemplo: reducir los gastos diarios del uso de uber podría equivaler al pago de servicios de internet (servicio fijo del que no se puede ahorrar).

Mantén un nivel de deuda aceptable.

A veces tomar decisiones a corto plazo  nos perjudican a largo plazo. Por ejemplo retirar todo el dinero ahorrado o tomar dinero destinado al retiro. Es importante no gastar más de lo que se gana (este puede contar como un hábito durante y posterior a la contingencia). Aunque los créditos no son lo más recomendable, quizás tener en cuenta a los bancos como la última opción sea viable cuando el nivel de deudas o gastos rebasa los gastos mensuales. Si bien no se condona las deudas, sí se logra tener mayor liquidez para pago de servicios o gastos alimentarios. Es allí donde es importante investigar bien los bancos y sus competencias, los niveles de tasas que interés que ofrecen y las obligaciones que se adquirirán tras solicitar un crédito. Distinguir entre un crédito provechoso de uno riesgoso.

Usa tecnología para tener un control financiero. (Bonus)

Por ejemplo MoneyStrands permite conectar tarjetas bancarias para llevar un control de pagos o gastos desde la comodidad del celular; y Moneymenttor ofrece artículos y consejos financieros. Otra medida a optar sería acercarse a apoyos públicos o federales, no sólo apoyos económicos sino apoyos alimentarios, becas de transporte o créditos para microempresas o ante desempleo.

El cierre forzoso de negocios, tanto a alta como baja escala, aumenta el desempleo y al no percibir un sueldo completo o fijo, la economía decae: desde el abastecimiento de las necesidades básicas y más primigenias como lo es la alimentación y pagos de servicios; hasta necesidades más concretas como el gasto designado a las pensiones, seguros de vida, educación y vivienda. ¿Qué futuro queda o nos deparará la contingencia? Como primer pensamiento se puede pensar en un futuro catastrófico, en el que no se encuentra la salida. Es este panorama el que debemos de frenar. Pensar en un futuro inmediato y un futuro lejano. Quizás también sería bueno exigir a las autoridades públicas darle mayor importancia a la educación financiera en las escuelas y los medios de comunicación. No nos queda más que intentar construir finanzas sanas a prueba de crisis.

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